El impacto de los cambios demográficos en la crisis de cuidados en Cuba: una entrevista Con Elaine acosta y Mayra espina (Parte uno)

Mayra Espina, Doctora en Ciencias Sociológicas, consultora independiente e investigadora asociada del Programa Académico del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo (CCRD-C), y Elaine Acosta, Socióloga, Investigadora Asociada del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida y Directora Ejecutiva de Cuido60-Observatorio sobre Envejecimiento, Cuidados y Derechos - www.cuido60.com, comparten sus pensamientos sobre el impacto de los cambios demográficos en la crisis de cuidados en Cuba.

Mayo 2024


*Las opiniones y puntos de vista expresados por los entrevistados son propios y no reflejan necesariamente las opiniones o posiciones de CEDA.

1. ¿Cuáles son las variaciones regionales en las tendencias demográficas de Cuba? ¿Existen diferencias significativas en el crecimiento de la población, las tasas de fecundidad y los patrones de envejecimiento entre las zonas urbanas y rurales? ¿Cómo influyen estas disparidades regionales en el desarrollo social y económico del país?

Elaine: Según la clasificación de CEPAL, Cuba es una de las sociedades más envejecidas en la región, ubicándose en la última etapa nombrada como de envejecimiento muy avanzado. Al cierre del año 2022, Cuba presentaba una Tasa Global de Fecundidad de 1.41 hijos por mujer, lo que convierte al país con la fecundidad más baja de América Latina y el Caribe y una proporción de personas mayores del 22.3 %, con una población de 60 años cuantificada en 2 millones 478 mil 087 personas. Como resultado de la fecundidad por debajo del nivel de reemplazo - menos de una hija por mujer- que el país tiene desde 1978 se ha producido una reducción simultánea en el porcentaje de personas menores de 15 años. En consecuencia, según la última proyección de población realizada por la ONEI se espera que para el año 2050, la población de personas mayores llegue a representar un 35.9 % de la población del país. El crecimiento acelerado de este grupo poblacional en la isla sigue siendo una característica distintiva, teniendo en cuenta la tasa de crecimiento promedio anual de 33,3% mostrada entre 2021 y 2022. Nótese que entre la publicación de la Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional (ENEP) en 2019 y el último anuario de 2022, la proporción de personas mayores ha aumentado en poco más de dos puntos porcentuales en apenas 3 años.

Este proceso no se comporta de manera homogénea en términos geográficos, constatándose variaciones entre las provincias, municipios y tipos de zonas (urbanas o rurales). La distribución de la población mayor es relativamente similar por provincias, situándose todas por encima del 20%. Sin embargo, hay diferencias de aproximadamente 5 puntos porcentuales entre la provincia que ostenta el mayor porcentaje de personas mayores que es Villa Clara, en el centro del país, con un 25.3% y Artemisa, la provincia con menor porcentaje, correspondiente a un 20%. A nivel local, estas diferencias se amplían, si consideramos que el municipio más envejecido -Plaza de la Revolución en la capital- cuenta con una población de personas mayores de un 30,3%, duplicando el porcentaje del municipio de Yateras, en la provincia oriental de Guantánamo, que cuenta con un 15,4%. Al observar por zonas de residencia, encontramos que las personas mayores se concentran en las zonas urbanas (78,8%), mientras que solo el 21,2% vive en zonas rurales (ONEI, 2019).

En términos de crecimiento de la población, el panorama es muy preocupante, especialmente por los recientes impactos de la crisis migratoria, la más importante de la historia de Cuba, tanto en términos cuantitativos como en sus efectos en los más disímiles ámbitos de la sociedad. Los datos proporcionados por la ONEI en el último Anuario Demográfico correspondiente al año 2022, situaban la tasa media anual de crecimiento en el país en -2.1 y proyectaba un progresivo decrecimiento de hasta el -5.7 para el 2035. Estimaciones realizadas por el profesor Albizu-Campos señalan que el impacto del flujo migratorio en 2022-23 ha sido mayor que el publicado oficialmente, elevándose hasta un 3,5% o más de la población total del país, impactando en una reducción de la población cubana a una cota entre 10,719,112 y 9,999,576 personas. Sin embargo, las cifras oficiales de la ONEI reportaban al cierre de marzo de 2023 una población de 11 082 964 de cubanos. Esta diferencia se atribuye, principalmente, a la subestimación del impacto migratorio en las estadísticas oficiales, debido a la manera muy particular de calcular el saldo migratorio por la ONEI, que difiere incluso de las nociones consensuadas por los organismos internacionales respecto de lo que se entiende por personas migrantes.

El comportamiento del crecimiento de la población es desigual entre provincias y zonas de residencia. Pinar del Río y Holguín son las provincias más afectadas, mostrando una tasa media anual de crecimiento de la población para el 2022 de -12 y -10 respectivamente, mientras que la Isla de la Juventud, Artemisa y Mayabeque son las únicas que muestran una tasa positiva en el país (7,3; 5,8 y 4,5 respectivamente). Por su parte, las zonas urbanas muestran una tasa negativa de -2,9 y las zonas rurales de 0,1. Si se observa la tasa de crecimiento natural (relación nacimientos/defunciones) por municipios, solamente 8, de un total de 168 en todo el país, tienen una tasa positiva.

En síntesis, estas disparidades demográficas regionales impactan diferenciadamente en las posibilidades de cada territorio de cara al desarrollo del país, ya sea por la disponibilidad de recursos humanos, debido a la reducción de la población y la disminución de la población económicamente activa, los desequilibrios del sistema previsional que afectarán la cobertura de las pensiones, el déficit de servicios de cuidados y personas cuidadoras en las familias, así como las nuevas demandas que se generan en términos de servicios sociales y de salud para responder adecuadamente a las necesidades específicas del incremento de usuarios con más de 60 años.

Mayra: No manejo estadísticas demográficas. Respondo la pregunta en clave cualitativa: entre las variaciones regionales de las tendencias demográficas, históricamente han sido significativas una mayor fecundidad y natalidad en zonas rurales y hacia el oriente del país, fecundidad adolescente también más marcada en el oriente, migraciones internas desde oriente a occidente. El envejecimiento es generalizado, pero se aprecia marcadamente en centros urbanos como Santa Clara y La Habana.

Pero la tendencia general, sin demasiadas diferencias regionales, es hacia el envejecimiento demográfico, la baja natalidad, la migración externa de jóvenes y personas en edad laboral en general, el vaciamiento de zonas rurales y agrícolas.

De tal manera, las tendencias demográficas comprometen el desarrollo del país especialmente por déficit de recursos laborales para la producción de alimentos y agrícolas en general, por migración externa e interna, una natalidad por debajo del nivel de remplazo poblacional y un creciente índice de dependencia (relación entre población activa y población fuera de la edad laboral)

2. Teniendo en cuenta las implicaciones a largo plazo del envejecimiento demográfico, incluido el aumento del número de adultos mayores y la presión sobre los servicios sociales y sanitarios, ¿a qué retos se enfrenta Cuba a la hora de proporcionar atención y apoyo adecuados a su población que envejece? ¿Qué rol juegan las políticas de Estados Unidos hacia Cuba?

Elaine: Para entender estos retos, es importante comprender el contexto en que se está produciendo el acelerado aumento de la población mayor en Cuba y la presión que esto ejerce sobre los servicios sociales y sanitarios. Estos procesos tienen lugar en un escenario político, económico, institucional y familiar muy adverso, especialmente por la profunda crisis de carácter estructural y sistémico que atraviesa la sociedad cubana, que multiplica y complejiza los múltiples desafíos que este proceso demográfico conlleva. Algunos de los retos están relacionados con los siguientes procesos o factores:

  • una crisis de cuidados resultante de un aumento de la demanda versus una reducción/deterioro de la oferta de servicios y una sobrecarga hacia las mujeres como cuidadoras no remuneradas;

  • una reorientación de la política social que acorta los parámetros del bienestar, reduciendo los recursos destinados a la protección social y transfiriendo a las familias y al mercado las soluciones de cuidados y servicios sociales de atención a las personas mayores;

  • un campo normativo insuficiente y con problemas de implementación práctica del Código de las Familias, que no proporciona condiciones para la exigibilidad y garantías de los derechos de las personas mayores y sus cuidadores;

  • un aumento de la pobreza, la desigualdad y la inseguridad alimentaria, que afectan fundamentalmente a las personas mayores

  • un déficit y desigual de distribución de servicios sociales y sanitarios y una creciente mercantilización de la oferta, frente a una disminución del poder adquisitivo de las personas mayores y de los pensionados en particular;

  • abordaje e intervención institucional insuficiente, con iniciativas gubernamentales que carecen de integralidad, transversalidad, sostenibilidad y enfoque territorial en las acciones;

  • creciente escasez de recursos humanos para la atención de los servicios sociales y sanitarios y necesidad de capacitación permanente para las necesidades específicas de las personas mayores.

  • insostenibilidad del sistema de pensiones e incertidumbre frente a la inminencia del tsunami de plata (jubilación del boom de los 60).

  • significativos obstáculos y resistencias políticas al desarrollo de iniciativas comunitarias y de la sociedad civil, nacional y transnacional, en la prestación de servicios sociales y de cuidados;

  • déficit de datos e investigación sobre pobreza y desigualdad en Cuba y la imposibilidad de sostener un debate democrático y políticamente efectivo sobre estos temas.

El rol de las políticas de Estados Unidos hacia Cuba, en particular, el embargo, que suele ser el tema más polémico y complejo de abordar, es importante conectarlo con los problemas del desarrollo humano y las características y causalidades de la actual crisis que atraviesa la sociedad cubana. Una crisis en la que existe consenso sobre los factores multicausales, entre los cuales el embargo es solo uno de ellos. Sin desconocer sus efectos, es importante hacer notar que el estimado oficial del embargo (1961 al presente) es controversial y no ha tenido un efecto igual a través del tiempo, sino que han ocurrido fluctuaciones en su aplicación. Para comprender sus impactos es importante reflexionar, al mismo tiempo, cómo apoyos económicos externos, políticas económicas internas e intentos de reforma no sólo han fracasado, sino que han contribuido a dislocaciones demográficas y sociales a menudo ignoradas, siendo la crisis migratoria actual la consecuencia más visible en términos demográficos y el aumento de la pobreza y la desigualdad sus expresiones más preocupantes.

Mayra: Es necesario considerar que el escenario donde tiene lugar el envejecimiento demográfico y el incremento sostenido del número de adultos mayores, está atravesado por una policrisis, en el sentido de una cascada en el tiempo de múltiples expresiones de crisis en las más diversas dimensiones de la vida a escala macro y micro: económica, de salud, migratoria, social, expansión de la anomia. Tal situación policrítica tiene, que tiene en su base la combinación de los efectos de larga data del bloqueo norteamericano, y las barreras que impone para que Cuba acceda a recursos para el desarrollo, y de políticas nacionales fallidas, erróneas o incompletas, a lo que se unen las secuelas de la pandemia Covid-19.

Como correlato, se expanden en el país pobreza, vulnerabilidades y desigualdades, impidiendo el acceso a un estándar de bienestar digno (especialmente por carencia de alimentos, medicamentos, servicios de salud, higiene comunitaria, vivienda adecuada) para amplias franjas poblacionales y convirtiendo la cotidianidad en un escenario incierto e inseguro, especialmente para la tercera edad.

De ello se desprende que los retos que enfrenta Cuba para proporcionar atención adecuada a sus adultos mayores están fuertemente asociados a la necesidad de superar la crisis.

A mi modo de ver esos retos tienen tres niveles:

El primer nivel es resolver urgencias: recuperar a toda prisa, con programa sociales focalizados, servicios de amparo efectivo a los grupos en mayor desventaja (ancianos/niños/personas con enfermedades crónicas y en situación de discapacidad/mujeres embarazadas y lactando en hogares de bajos ingresos y comunidades vulnerables). Estas urgencias tienen, a su vez, dos prioridades: prioridad 1 alimentación, medicamentos, servicios de salud; Prioridad 2 acceso a agua potable y a higiene comunitaria, electricidad, movilidad urbana.

El segundo nivel es de la restauración de vida digna para todos y con apoyos públicos y acciones afirmativas para grupos vulnerables: mejorar y ampliar oportunidades de empleo, capacitación y educación, mejoras en vivienda y sus servicios, mejoras del entorno comunitario y espacio público. Y generar un entorno favorable para el activismo autotransformador ciudadano, voluntariado, proyectos comunitarios, acciones humanitarias de sujetos no estatales, asociativismo.

El tercer nivel es la perspectiva estratégica de desarrollo: transitar hacia una economía de la tercera edad o del envejecimiento, que supone generar incentivos para atraer al trabajo a personas aptas en edad laboral que no están ocupadas; fomentar actividades productivas y de servicios que puedan absorber adultos mayores en capacidad de trabajar (condiciones de trabajo amigables para la tercera edad, teletrabajo, espacios laborales sin barreras arquitectónicas, fuerte peso del conocimiento como recurso productivo, entre otras); potenciar sectores productivos de base tecnológica, de alta eficiencia y bajo uso de fuerza de trabajo, como la industria del software, la biotecnología, las producciones diversas por impresión en 3D, la robótica con fines médicos, servicios de salud de base tecnológica y desplegar servicios especializados en la salud, la recreación, el transporte y el cuidado del adulto mayor. También aquí con el matiz de servicios en los cuales adultos mayores en capacidad, intervienen en el cuidado de otros adultos mayores y otras personas.

Los tres niveles requieren recursos de inversión que el país no tiene, pero puede mejorar su atracción con cambios económicos internos y de política exterior, en los márgenes que Cuba tiene bajo su control.

Obviamente, el bloqueo y la inclusión de Cuba en la lista de países que apoyan el terrorismo generan un riesgo país que anula posibles atractivos para el empresariado extranjero invierta en Cuba y alejan y estrechan los posibles mercados de adquisición y venta de productos.

3. ¿Qué sistemas de apoyo social y políticas existen para abordar las necesidades específicas y los retos a los que se enfrentan las mujeres cubanas en términos de equilibrio trabajo-familia, cuidado de niños y responsabilidades de cuidado? ¿Cómo puede Cuba promover políticas e iniciativas sensibles al género que empoderen a las mujeres, apoyen sus opciones reproductivas y garanticen su participación igualitaria en la configuración del panorama demográfico y socioeconómico del país?

Mayra: Solo dos datos bastan para ilustrar las sólidas brechas de género existentes en Cuba: hacia el 2018, la Encuesta Nacional de Igualdad de Género identificó que las mujeres dedican, como promedio, 14 horas semanales más que los hombres al trabajo no remunerado y de cuidados en el hogar, independientemente de si están vinculadas laboralmente o no. Esto parece haber aumentado en la etapa de covid-19. También la encuesta estableció que 26,7 % de las mujeres, entre 15-74 años, había sido víctima de algún tipo de violencia en su relación de pareja en los 12 meses anteriores al estudio y 22,6 % declaró haberla padecido en momentos anteriores de su vida.

En los últimos años, diversos sectores sociales han profundizado su conciencia acerca de estas   desventajas y generado demandas pro equidad de género, que han cristalizado en políticas y prestaciones que focalizan en la mujer. Resaltan el Programa para el avance de la mujer,  el nuevo Código de las familias y la Estrategia de prevención de la violencia de género en el escenario escolar.

Estos tres instrumentos de políticas generan un marco jurídico institucional favorable a las acciones afirmativas y focalizadas para mejorar el acceso de la mujer a capacitación y empleo, fortalecer el disfrute de los derechos laborales y mejorar los sistemas de servicios al hogar y de protección contra la violencia.

Los sistemas de apoyo social, se concentran en beneficios como licencias pagadas por embarazo y maternidad, acceso a centros de cuidado de personas de la tercera edad, a círculo, jardines y casitas infantiles para madres trabajadoras, acceso prioritario para madres jefas de hogar a subsidios para reparación de viviendas, entrega de viviendas a madres con 3 hijos y más, servicios de apoyo psicológico y jurídico en las Casas de la Mujer y la Familia (de la Federación de Mujeres Cubanas; entrega de un módulo alimentario para niños de bajo peso, dietas para embrazadas, entre otros.

Sin embargo,  estos beneficios están aún por debajo de la demandad real y la situación de restricción crítica de recursos y un lento ritmo de aplicación de acciones concretas,  limitan el alcance práctico y su impacto transformativo.

Una contribución contundente a la equidad de género depende sustantivamente de acciones afirmativas de capacitación,  acceso a empleo y dotación de activos, para acceder a las nuevas oportunidades, incluyendo el sector de MIPYME, en el que las mujeres padecen cierto efecto de exclusión, al estar subrepresentadas como propietarias y socias y  tender a concentrarse en  ocupaciones de menor remuneración relativa; y expansión de servicios de cuidado generalizados, accesibles económica y espacialmente. Mejora de ingresos y disminución del tiempo de cuidados contribuirá a la autonomía de la mujer y mejores condiciones para tomar decisiones sobre la maternidad.

De todas formas no creo que el patrón de fecundidad y natalidad ya establecido cambie por estas mejoras. Dicho patrón se establece y genera una inercia que no depende linealmente de las condiciones que lo generaron inicialmente, además de entrecruzarse con elementos culturales y de las expectativas de difícil modificación.

Elaine: El carácter estructural y sistémico de la crisis que actualmente atraviesa a la sociedad cubana ha provocado una ampliación del patrón de vulnerabilidad social, dentro del cual las mujeres estarían siendo uno de los grupos más afectados. Dentro de las propias mujeres también se reproducen importantes desigualdades, ya sea por el color de la piel, por la edad o la ruralidad. Sobre el trabajo de cuidados no remunerado de las mujeres se amortiguan los impactos de la disminución de la participación del Estado en la protección social, en la medida en que continúan siendo ellas las principales responsables de la sostenibilidad de la vida en la isla, una labor que actualmente tiene costos económicos, físicos y emocionales incalculables. Ya sea de manera directa o mediante políticas y prácticas que perpetúan la discriminación y la desigualdad, el Estado cubano estaría ejerciendo violencia institucional contra las mujeres. Varias especialistas han acuñado la idea de la feminización de la precariedad en Cuba, es decir, sobre cómo las sucesivas crisis han afectado con mayor gravedad a mujeres y niñas. 

Analicemos brevemente algunos esfuerzos de política en la dirección de abordar los desafíos de políticas e iniciativas sensibles al género. En el diseño de la política de envejecimiento, por ejemplo, que fue actualizada en abril de 2021, ha primado un enfoque reduccionista, deficitario de un enfoque de género y, en consecuencia, centrado en políticas natalistas que priorizan medidas para la estimulación de la fecundidad. Por su parte, recientemente se ha anunciado la creación de un Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida, que se ha venido trabajando desde hace aproximadamente 3 años en proyectos más específicos como el Proyecto de Trabajo no remunerado y programas nacionales como el Programa Nacional de trabajo Digno. Sin embargo, se carece de documentos públicos respecto del diseño propuesto, su factibilidad y sostenibilidad económica, aunque sí han aumentado las publicaciones académicas y los documentos de recomendaciones de política. Existe además el Programa de Adelanto para las Mujeres (PAM) que, siendo una política de largo plazo y amplio alcance, no cuenta con una agenda periódica que permita aterrizarla e implementarla a corto plazo, ni poder monitorear desde la ciudadanía. La prensa oficialista cubre pronunciamientos coyunturales de representantes institucionales, pero se desconoce el plan vigente. Resulta así imposible poder evaluar sus alcances y limitaciones.

Abordar la promoción de políticas e iniciativas sensibles al género que empoderen a las mujeres, apoyen sus opciones reproductivas y garanticen su participación igualitaria no puede estar desconectada de la complejidad de estos desafíos en entornos autoritarios como el cubano. Esta es la razón por la que el impacto de muchas de las normas y programas que se orientan en esta dirección tienen un alcance limitado, permanecen en los discursos o declaraciones de principios, pero no tienen una incidencia efectiva en el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres ni en su empoderamiento.

4. Las tendencias recientes de la migración cubana muestran un alto índice de jóvenes cubanos y una creciente participación de las mujeres. ¿Cómo se relacionan estas tendencias con la actual crisis de atención que afronta la isla? ¿Cuáles son las posibles consecuencias para la equidad de género y el desarrollo de la sociedad?

Elaine: La feminización de las migraciones cubanas (133 mujeres migrantes por cada 100 hombres desde 2019) y la alta participación de mujeres en edad reproductiva en los nuevos flujos migratorios está íntimamente conectada con el agravamiento de la crisis de cuidados que ya venía experimentando la sociedad cubana, tanto a nivel familiar como institucional. Estas crisis no pueden verse en forma aislada. Por el contrario, es uno de los componentes de una crisis general, no solo de los cuidados, sino también de la reproducción social en su sentido más amplio. Una de las consecuencias más evidentes es que con la migración, la gestión del bienestar familiar y los cuidados adquiere dimensiones transnacionales. Y con ello, se continúan reproduciendo patrones de desigualdad de género.  

Por un lado, las mujeres migrantes cubanas, en su gran mayoría, asumen el protagonismo de la gestión del envío de alimentos, medicinas, pagos de servicios de cuidados de familiares en Cuba, entre otras tareas asociadas al trabajo de parentesco. En el caso de las mujeres que quedan en la isla, refuerzan sus labores de cuidados de las personas dependientes de quienes migran (hijos/as, nietos/as, sobrinos/as, etc.), pero cada vez con menos apoyos del Estado y redes familiares. Los hogares cubanos continúan reduciendo su tamaño y aumentan la cantidad de ellos donde viven personas mayores solas. Este último fenómeno requiere además de intervenciones sociales especializadas, para lo cual el sistema de protección social en Cuba no cuenta con una estrategia adecuada. 

Con la migración de mujeres, muchos niños, niñas y adolescentes quedan al cuidado de otros parientes, en su mayoría también mujeres, con todos los retos que ello implica. Muchas personas mayores experimentan sentimientos de abandono y soledad frente a la emigración masiva de sus familiares cercanos. Al mismo tiempo, los cuidados se están convirtiendo en un nuevo nicho laboral en el sector privado emergente en Cuba, a raíz de la aprobación de licencias para realizar este tipo de trabajos por cuenta propia, en primera instancia, y, más recientemente, la creación de MiPymes dedicadas a ofrecer servicios de cuidados a personas mayores en el domicilio y en los hospitales. La creciente mercantilización de los cuidados en la isla, si bien amplía la oferta y abre una opción para algunas familias, solo lo hace para quienes tienen mayores ingresos, puesto que los precios por estos servicios son inaccesibles para la gran mayoría.

Por otro lado, la emigración de jóvenes y, por tanto, de personas en edad laboral, tiene una fuerte incidencia en el desarrollo del país, tanto a mediano como corto plazo. En primer lugar, porque influye en la disminución de la población económicamente activa (PEA) y en la descapitalización (material y humana) de la sociedad cubana. El déficit actual de recursos humanos debido a la migración es un fenómeno que impacta todos los ámbitos laborales, además de resentirse en los servicios sociales y sanitarios, siendo los más notorios la educación y la salud. Por otro lado, se provocan desequilibrios en el sistema previsional, haciéndolo insostenible en el largo plazo, por la menor cantidad de aportaciones al sistema. La reducción de la PEA, paralela al crecimiento de la cohorte de 60 y más años, merma la relación del número de trabajadores activos (PEA ocupada) por pasivos (jubilados y pensionados) que ha pasado de 3,6 en 1989 a 2,7 en 2018 y, según las proyecciones, continuará bajando hasta 1.3 en el 2040.
En síntesis, la mayor carga de cuidado que las mujeres cubanas sostienen, así como la posición que ocupan en sus hogares, es impactada con la migración en términos de tiempo, costes y carga de trabajo, haciéndolas más vulnerables y sobrerrepresentándolas dentro de las más pobres.Las encuestas y las investigaciones han confirmado que la carencia de servicios de apoyo y de una infraestructura que aligere el trabajo doméstico y de cuidados es uno de los retos más grandes que enfrenta la gestión de la vida cotidiana en Cuba, impactando desigualmente a hombres y mujeres. En 2016, las mujeres cubanas dedicaban 14 horas semanales más que los hombres a las tareas de cuidado o al trabajo no remunerado en el hogar. La migración se ha convertido también en estrategia –por sí misma- de supervivencia frente a la falta de salidas a la crisis, la percepción de baja calidad de vida, el déficit y deterioro de apoyos por parte del Estado en relación con servicios de cuidado, pero, al mismo tiempo, tiene impactos sobre las dinámicas familiares y los proyectos de vida de las mujeres cubanas, refiriendo a un problema de carácter más estructural, ya no coyuntural.

5. ¿Cómo afecta la emigración a la fuerza laboral y a la creación de una clase media en Cuba, dada la significativa salida de personas en edad laboral óptima, y qué desafíos enfrenta el país para utilizar de manera efectiva su fuerza laboral disponible dentro de su modelo económico actual?

Mayra: Estudios muestran que alrededor del 80% de las personas que emigraron entre 2020 y 2023 están comprendidas entre 15 y 59 años, de lo que se infiere una pérdida significativa de personas en edad laboral. 

No hay mucha información sobre el perfil de calificación, ocupacional y económico de las personas migrantes, pero por ese rango de edades y por los costos relativamente altos de las vías de emigración actual, que ha hecho que las personas con ese plan vendan casas, automóviles y propiedades diversas, es esperable un alto peso de calificación media y superior, de grupos laboralmente activos pertenecientes a la franjas de capas medias. Ello representa un drenaje de recursos laborales calificados y tendencias de inestabilidad y recambio en los sectores medios

Sin embargo,  algunos expertos señalan que aun con esta pérdida no puede considerarse que los recursos laborales en el país sean escasos, pues fuera de la población económicamente activa existe una reserva cercana a los 3 millones de personas aptas para trabajar. De hecho, el  problema más grave, que también actúa como fuerza centrífuga y empujón migratorio, es que el modelo económico no logra absorber ese potencial ni tiene una oferta de calidad para atraerlo.

El reto reside en un cambio de modelo económico, en una política de fomento e incentivos para trabajar y producir.

Previous
Previous

The Socioeconomic Impact of the Cuban Exodus: Interview with Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira 

Next
Next

Navigating Cuba's Care Crisis Amidst Demographic Shifts: Interview with Mayra Espina and Elaine Acosta